Reflexiones de nuevo curso

¡Hola!
Como cada septiembre vuelvo con ganas e intenciones de llevar este blog de nuevo. Siempre pasa, pero nunca se consigue. Quizás ahora, que he empezado una nueva vida en mi propia casa, por fin independizada y llevando el estilo de vida que siempre he querido, pueda organizarme para escribir de manera ordenada en Velvet Marina.



Curiosamente en las últimas semanas he estado pensando en Velvet Marina, así como en otros proyectos de hace unos años, y me he dado cuenta de lo maduros que son- aunque no me lo pareciera entonces- pese a ser yo una niña cuando los creé.

Concretamente me resulta gracioso cómo Velvet Marina sigue siendo un nombre que me gusta, que me atrae, y que no me avergüenza en absoluto. En 2019 sigo siendo una gran fan del terciopelo, pero eso es lo de menos. Lo que significa es que, cuando creé este blog en primero de carrera y le puse un nombre del que luego me arrepentí (Moda Descomprimida, see what I did there creyéndome la más tecnológica del lugar?) era joven pero ya tenía aspiraciones. Un año después le cambié la imagen, la url, el nombre y me compré un dominio. Quería ser profesional. Profesional del periodismo, de la moda en el sentido más amplio de la palabra, de la comunicación en internet.

Sigo queriendo ser profesional, de hecho lo soy aunque sea fuera de Velvet Marina. Mi trabajo es escribir y, sin embargo, he descuidado mi primera tarea en la vida que es seguir siendo fiel a mí misma. Este espacio lo es, a pesar de lo mucho que he intentado hacer que encajara en algún parámetro concreto capándolo de su (mi) personalidad.


También he pensado mucho recientemente en la precaución extrema- basada en el miedo, la vergüenza y las leyendas urbanas de los millenials que hemos crecido a la vez que internet- que tengo siempre a la hora de expresar mis opiniones.
Quizás sea eso lo que más me ha lastrado en los últimos años, en todos los aspectos de mi vida. Me ha costado mucho entender que no hace falta ser maleducado para llamar la atención o que mi opinión cuenta, siempre que venga desde el respeto, aunque sea la única a mi alrededor que difiera.

En el aspecto más frívolo de este asunto, también me ha resultado difícil expresarme a nivel estético sin imitar y a admitir que, cuando más libre soy, es cuando recibo menos halagos. ¿A quién no le gusta un poco de autoestima?


En definitiva, en 2019 aún estoy explorando el límite entre lo comercial, la expresión personal y la satisfacción artística... pero al menos sigo teniendo este pequeño espacio y a los tres amigos que se pasan a leerlo de vez en cuando.

¡Feliz septiembre!
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